martes, 12 de mayo de 2009

GRANDES JUGLARES DE NUESTRO FOLKLOR

El festival

Origen

Rafael Escalona Martínez

Pasarán muchas décadas para que en el mundo de la música vallenata vuelva a darse un fenómeno de las proporciones que encarna Rafael Escalona. Sin tener oído para el baile ni voz para el canto; sin haber tocado jamás un instrumento musical ni conocer una sola nota del pentagrama; sin saber de solfeo ni de partituras; siendo un niño, a los 12 años, creó los primeros versos de lo que más tarde sería una obra musical de impecables características melódicas y literarias que se convirtió, por derecho propio, en la expresión más auténtica de la música vallenata y en algo mucho más trascendente que eso: el alma misma de toda una región retratada por él, con sus personajes y sus vivencias, en cada una de las estrofas de sus cantos.

El entorno del pueblito donde nació el 27 de mayo de 1927 fue determinante en su vocación poético-musical. Patillal, el pequeño caserío donde vivieron sus padres, el coronel Clemente Escalona Labarcés, un combatiente de la Guerra de los Mil Días en las tropas al mando del General Uribe Uribe, y doña Margarita Martínez Celedón, era un reducto de poetas anónimos, de novelistas inéditos, de cantores y decimeros que, a falta de auditorio, recitaban sus versos y cantaban sus coplas a la sabana extensa y solitaria en noches de luna llena. El viento llevaba el mensaje por entre las hendijas de puertas y ventanas y traspasaba las paredes de bahareque de las casas donde la gente reposaba. Poco a poco se fueron congregando otros más que también tenían algo que decir y así nació el grupo de muchachos contemporáneos de Escalona que contaban cuentos, echaban chistes, referían experiencias y cantaban acompañados de una lata vacía, a guisa de tambor, y de una botella en la que marcaban el ritmo con un palito.

En plena adolescencia, los padres se trasladaron a Valledupar en busca de colegios para la numerosa familia: Justa Matilde, Nelson, Abigail, Clemente, Magola, Rafael Calixto y Blanca. Y es aquí donde Rafael desarrolla la totalidad de su obra que está compuesta por 90 canciones en aire de merengue, paseos y sones, de las cuales la primera que se popularizó fue "Miguel Canales" hecha en 1944 cuando apenas contaba con 17 años y estudiaba en el recién fundado colegio Loperena. Anteriormente había compuesto "El Profe Castañeda" que se considera su primera canción formal -no versos aislados- y "El carro Ford"; ninguna de las cuales alcanzó difusión más allá de los límites vallenatos. A estas tres siguieron "La enfermedad de Emiliano", "El perro de Pavayó", "Buscando a Morales", "El gavilán cebao", "Las vacaciones", "El Jerre-Jerre No. 1", "Las arrugas de Benavides", "El cazador", "Las lenguas sanjuaneras", "Carmen Gómez", "El Chevrolito", "Paraguachón", "El testamento" y una docena más, producidas entre los años 44 al 48, que comenzaron a ser escuchadas fuera de Valledupar. En Barranquilla, primero, como resultado de la grabación que de algunas de ellas hizo Guillermo Buitrago; y simultáneamente en Bogotá, gracias al Dr. Alfonso López Michelsen que las introdujo, comentándolas y haciéndolas cantar, en los salones de la intelectualidad bogotana de la época.

Sus canciones permiten seguir no solo el rumbo de su propia vida, sino de buena parte de la historia de la Provincia y de sus gentes. Desde los contornos de la Sierra Nevada, incluida en la lírica vallenata por primera vez, en el paseo que él le compuso al profe Castañeda, prácticamente no existe pueblo, caserío, vereda, lugar o sitio en la geografía del viejo departamento del Magdalena que no haya sido escenario, testigo o motivo de algún suceso cantado por Escalona. Cualquiera de sus cantos, tomado al azar, es una estación en el largo itinerario vivencial que recorrió su inspiración. Y basta adentrarse en las estrofas de sus paseos, merengues y sones para reconstruir su existencia y la nuestra y para entender el aporte inmenso que él le ha dado a la música vallenata hasta convertirla en lo que hoy es: la carta de identificación espiritual de todo un país.

Casado muy joven con Marina Arzuaga, la célebre "Maye", inspiradora de algunos de sus cantos, tuvo con ella 6 hijos: Adaluz, a la que le construyó "La casa en el aire"; Rosa María, para quien hizo brotar "El Manantial" en lo más alto de la serranía; Rafael, Juan José, Margarita y Perla Marina, los cuales lo convirtieron en abuelo hace rato. Pero antes, durante y después de "La Maye" su vida sentimental ha sido un permanente deambular entre amores y amoríos que hoy le permiten contabilizar más de 18 hijos aparte de los del matrimonio.

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